jueves, 7 de marzo de 2013

Pongamos que hablo de... Bukowski.


"La vida era estupenda. Lo único que uno tenía que hacer en ese pequeño mundo suyo era ser escritor o artista o bailarín y quedarse sentado o ir por ahí, inhalando y exhalando, bebiendo vino, simulando que uno sabe qué coño pasa."

Charles Bukowski, escritor de origen alemán que pasó gran parte de su vida en Los Ángeles, donde se trasladó con sus padres cuando era niño. Aquí fue donde intentó, de algún modo, o no, ser reconocido como escritor o al menos trabajar como tal. Lo conseguirá. Fue un prolífico autor, su obra es inmensa, pues, escribiría numerosísimos libros, infinitud de relatos cortos, además de una gran cantidad de poemas, porque sí, sí, señores, Bukowski fue un gran Poeta, además de escritor.

Hoy en día y, desde mi punto de vista, quizá se trate de uno de los mejores escritores de la historia, y como bien dice Ray Loriga en sus escritos, uno de los escritores peor leídos a lo largo de los tiempos. Generación Beat, marginado, alcohólico, mujeriego y, quizás, loco. Pero, ¡qué loco!, de ser así. Un loco que escribía sobre lo que verdaderamente importaba e importa, aquello que los escritores del momento se oponían a escribir y que Bukowski introdujo en nosotros, en aquellos que verdaderamente saben/sabemos qué es lo que merece la pena, o no. Luz para los oídos, mis oídos, ojos, mente. 

Bukowski, en definitiva, escribía sobre todo y nada, sobre lo que realmente importa, claro, quizá en ocasiones sobre lo que no, la falta de amor o desamor, el deseo, el placer, el momento en el que ya no queda nada, una sucia habitación en una pensión de mala muerte lejos de los tiempos felices que acabaron o que están por llegar, el desaliento, el fin o el comienzo de algo.

Y al final sólo merece la pena mirar tus manos y pensar, pensar en aquello que piensan, que creen, en aquello que está por llegar y que ellas esconden. Todo lo que pueden hacer delante de un papel y con un bolígrafo entre sus dedos. Un mísero segundo y todo surge. Aquí. Ahora. Ya. Deja que creen. Que sean tu remanso de paz. 
El secreto se encuentra en tus manos.


Léanlo. Lean al Gran Charles Bukowski. No se arrepentirán.



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